lunes, 30 de mayo de 2011

Os cuento que hubo un día...

Os cuento que hubo un día,
-fue en uno de esos días que te vienen
desde un lugar del mundo en que no sabes
qué latitud de corazón existe
ni qué tabla de amar cuenta los ciclos
que rigen las mareas-,
un día en que intente cambiar de sitio la esperanza
como se cambia un mueble, como cambia
de dirección el viento.
Y entonces pregunté:
¿Dónde habita la gente?
¿Dónde lloran y ríen y se abrazan
las personas que habitan este pueblo?
¿Dónde vuelan los niños sus cometas?
¿Dónde dan los ancianos panecillos
de sol a las palomas?
Aquí no vive nadie, me dijeron,
aquí no quedo nadie y no tenemos
siquiera enterrador…
y sólo vi abedules por las calles,
abedules sin brillo, con las hojas
de enmohecida alpaca
y una ciudad proscrita,
ahora sombra,
recién eternidad expedientada.
Os cuento que ese día comprendí
que también se me había olvidado andar.

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